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martes, 19 de agosto de 2014

Ibn Battuta un viajero medieval del mundo islamico



En el año 1325, partió de su Tánger natal (Marruecos) el joven Abu Abdallah Ibn Battuta, este sería el primer viaje de muchas expediciones que realizaría a lo largo de treinta años y que lo llevaría a tierras muy remotas. Desde la china, Indonesia, Mali, Persia, Rusia, Siria, Turquía, Tanzania y países árabes.

Alejandría, El Cairo y el Alto Nilo.

Ibn Battuta bordeó la costa norte de África hasta llegar a Egipto. Allí vio el faro de Alejandría, una de las maravillas del mundo, y que por aquel entonces solo estaba parcialmente destruido.
Del Cairo dijo: “Alcanza el máximo en habitantes y puede enorgullecerse de su esplendor y belleza”, quedó maravillado de sus navíos, jardines, bazares, de los edificios religiosos y de las tradiciones de la ciudad.
A continuación, remontó el Nilo hacía el alto Egipto. Durante el viaje visitó las madrazas, que así se les llamaba a las escuelas corintias, también visitó monasterios a fin de conocer a los hombres piadosos que habitaban en ellos.

Un largo desvió para llegar a La Meca

Su intención era cruzar el mar Rojo a través del desierto, navegar hacia el oeste de Arabia y de allí a Medina y luego a La Meca. Sin embargo, una guerra le cerró el paso y no tuvo más remedio que regresar al Cairo.
Ibn Battuta se dirigió al norte, a Gaza, y de allí a Hebrón, donde se creía que estaban las tumbas de Abraham, Isaac y Jacob. Le sorprendió en Belén la veneración que sentían los cristianos por el lugar de nacimiento del profeta Jesús.
Siguiendo más al norte llegó a Damasco, donde estudió con ilustres ulemas y obtuvo una licencia para enseñar. Esta ciudad le cautivó, por sus grandes maestros, la más grande de las mezquitas “Mezquita de los Omeyas”, sus famosos mercados, joyas, telas, libros y cristalería. De hecho, en Damasco Ibn Battuta contrajo matrimonio, esta mujer sería la primera de muchas.
Se unió a una caravana que se dirigía a La Meca, era una forma de estar protegidos contra cualquier peligro y la aprovechó. Finalmente, llego a La Meca. Hay que decir que esta sería la primera vez de siete que Battuta peregrinaría a esta ciudad a lo largo de su vida. Todos los peregrinos vuelven a casa después de los ritos, pero él decidió partir hacia Bagdad.

A recorrer mundo

Bagdad era la capital del islam por aquel entonces. Los baños públicos dejaron atónito al joven viajero que escribió: “En cada uno de estos baños hay muchas celdas (...) Hay un pilón de mármol con dos canalillos, por uno corre el agua caliente y por el otro el agua fría”. Después de ser recibido por el sultán con todos los honores y recibiendo muchos regalos, un caballo, un vestido ceremonial, camellos y provisiones, se lanzó a la mar en dirección a la costa este de África.
Visitó los puertos de Mogadiscio. Mombasa y Zanzibar para dirigirse a la península arábiga y el golfo Pérsico. Destacó la amabilidad de los somalíes, la costumbre de masticar nuez de betel, los cocotales del Yemen y la pesca de perlas en el golfo pérsico.
Decidió ir a la India, era una ruta complicada, Egipto, siria, Somalia, Anatolia (Hoy Turquía); cruzó el mar negro rodeó la costa norte del mar Caspio y bajo a las actuales, Kazajistán, Uzbekistán, Afganistán y Pakistán.
En la India sirvió como cadí durante ocho años al sultán de Delhi. Conocedor de su alma viajera, lo nombró embajador y lo envió al emperador mongol de la China, Toghan Temur. Muchos navíos mercantes hacían la ruta a China, Battuta no tuvo problema en contratar uno. Un naufragio le impidió cumplir su misión diplomática en la China y decidió ir a las islas Maldiva, donde se puso al servicio de un visir (Funcionario musulmán).

De vuelta a casa, malas noticias

De vuelta a Damasco Ibn Battuta se enteró que un hijo que había dejado allí hacía veinte años, había muerto hacía doce y que su padre que vicia en Tánger también había muerto hacía quince años. Era el año 1348 y la peste negra estaba arrasando todo el Oriente Medio. Corrían la oz de que en El Cairo morían veinticinco mil personas diarias.
Un año más tarde llegó a Marruecos y se encontró con que su madre también había muerto a causa de la peste negra unos meses antes.
Con toda esta vida llena de aventuras por el mundo, se puede pensar que buscaría la tranquilidad del hogar, más si se tiene en cuenta que salió de casa con veintiún años y volvió con cuarenta cinco, pues no, sus ansias de aventuras no se habían saciado y se embarcó al poco tiempo rumbo a España. Estuvo tres años, después de los cuales emprendió su último recorrido a Tombuctu, ciudad del país africano que hoy conocemos como Malí.


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