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martes, 19 de agosto de 2014

El principio de Arquímedes



 



Arquímedes nació 287 a. C. en el puerto marítimo de Siracusa (Sicilia-Italia), ciudad que en aquel tiempo era una colonia de Grecia. Los pensadores griegos especulaban muchísimo sobre la naturaleza que les rodeaba, pero el origen de este hecho era más por el gusto al ejercicio mental, que la búsqueda de soluciones prácticas a problemas concretos. Así y todo, a veces, los poderosos exigían a sus teóricos algunas soluciones de tipo práctico. Esto es lo que pasó con el Principio de Arquímedes
El rey Hierón de Siracusa quería hacerse una corona de oro y para ese cometido da un alfarero una determinada cantidad de este metal precioso. Cuando la corona está acabada, a pesar de que su peso coincidía con el oro librado, Hierón sospecha que no toda la corona es de oro puro, que parte podría haber estado cambiado el oro por plata. Hierón no podía demostrar el engaño, por eso, encargo a su amigo Arquímedes que busques un sistema para descubrir la verdad.



No sabemos si Arquímedes se vio atraído por el problema que tenía su amigo, pero la realidad es que Arquímedes encuentra la solución gracias a la inquietud de querer explicar todo lo que le envuelve. Decía; “Los sueños son las esperanzas de los tontos” De esta manera un día que estaba en el baño vio que, cuando introducía su cuerpo en la bañera, el nivel del agua subía y que la variación del nivel no estaba en relación con el peso del cuerpo sumergido, sino a su volumen.
Arquímedes plantea la observación a su amigo Hierón y se da cuenta de que había encontrado la solución, de manera que salió a la calle chillando “Eureka” (Lo he encontrado) sin darse cuenta de que estaba desnudo.




Efectivamente, cuando sumergía en agua la cantidad de oro del mismo peso que la corana y después lo hacía con la propia joya, los dos tenían que hacer subir el mismo nivel de agua, pero el nivel del agua ascendía más con la corona, el engaño quedaba demostrado. La plata tiene menos densidad que el oro, por eso en un peso igual, ocupa más volumen.

Arquímedes puede ser el científico más grande de la antigüedad. Sus razonamientos, descubrimientos matemáticos y físicos continúan siendo válidos actualmente. Postuló un método para medir las áreas en las superficies curvas. Encontró la relación entre la circunferencia y el diámetro (valor Pi), el área y volumen de una esfera y numerosas investigaciones geométricas.
Aplicando las matemáticas llega a la conclusión de las doctrinas de la palanca. Construyó un caracol en espiral para subir el agua, obligado por los reyes, inventa diversas armas, unas para lanzar piedras (Catapultas), otras para volcar naves y también los espejos ustorios, con los que, aprovechando la capacidad de reflexión de los espejos parabólicos, incendió la flota romana.
Arquímedes murió 212 a. C. durante la Segunda Guerra Púnica, cuando los romanos capturaron la ciudad de Siracusa, al mando del general Marco Claudio Marcelo, después de un asedio de dos años de duración. Existen varias versiones de la muerte de Arquímedes, aunque todas muy parecidas. En una se cuenta que estaba el sabio trabajando en un problema matemático, cuando entró un soldado y le ordeno ir a ver al general romano, hizo caso omiso y le dijo que primero debía resolver el problema que tenía delante de él. El soldado muy enfado lo asesinó allí mismo con su espada.
Los relatos sobre Arquímedes fueron escritos por los historiadores de Roma mucho tiempo después de su muerte.

Ibn Battuta un viajero medieval del mundo islamico



En el año 1325, partió de su Tánger natal (Marruecos) el joven Abu Abdallah Ibn Battuta, este sería el primer viaje de muchas expediciones que realizaría a lo largo de treinta años y que lo llevaría a tierras muy remotas. Desde la china, Indonesia, Mali, Persia, Rusia, Siria, Turquía, Tanzania y países árabes.

Alejandría, El Cairo y el Alto Nilo.

Ibn Battuta bordeó la costa norte de África hasta llegar a Egipto. Allí vio el faro de Alejandría, una de las maravillas del mundo, y que por aquel entonces solo estaba parcialmente destruido.
Del Cairo dijo: “Alcanza el máximo en habitantes y puede enorgullecerse de su esplendor y belleza”, quedó maravillado de sus navíos, jardines, bazares, de los edificios religiosos y de las tradiciones de la ciudad.
A continuación, remontó el Nilo hacía el alto Egipto. Durante el viaje visitó las madrazas, que así se les llamaba a las escuelas corintias, también visitó monasterios a fin de conocer a los hombres piadosos que habitaban en ellos.

Un largo desvió para llegar a La Meca

Su intención era cruzar el mar Rojo a través del desierto, navegar hacia el oeste de Arabia y de allí a Medina y luego a La Meca. Sin embargo, una guerra le cerró el paso y no tuvo más remedio que regresar al Cairo.
Ibn Battuta se dirigió al norte, a Gaza, y de allí a Hebrón, donde se creía que estaban las tumbas de Abraham, Isaac y Jacob. Le sorprendió en Belén la veneración que sentían los cristianos por el lugar de nacimiento del profeta Jesús.
Siguiendo más al norte llegó a Damasco, donde estudió con ilustres ulemas y obtuvo una licencia para enseñar. Esta ciudad le cautivó, por sus grandes maestros, la más grande de las mezquitas “Mezquita de los Omeyas”, sus famosos mercados, joyas, telas, libros y cristalería. De hecho, en Damasco Ibn Battuta contrajo matrimonio, esta mujer sería la primera de muchas.
Se unió a una caravana que se dirigía a La Meca, era una forma de estar protegidos contra cualquier peligro y la aprovechó. Finalmente, llego a La Meca. Hay que decir que esta sería la primera vez de siete que Battuta peregrinaría a esta ciudad a lo largo de su vida. Todos los peregrinos vuelven a casa después de los ritos, pero él decidió partir hacia Bagdad.

A recorrer mundo

Bagdad era la capital del islam por aquel entonces. Los baños públicos dejaron atónito al joven viajero que escribió: “En cada uno de estos baños hay muchas celdas (...) Hay un pilón de mármol con dos canalillos, por uno corre el agua caliente y por el otro el agua fría”. Después de ser recibido por el sultán con todos los honores y recibiendo muchos regalos, un caballo, un vestido ceremonial, camellos y provisiones, se lanzó a la mar en dirección a la costa este de África.
Visitó los puertos de Mogadiscio. Mombasa y Zanzibar para dirigirse a la península arábiga y el golfo Pérsico. Destacó la amabilidad de los somalíes, la costumbre de masticar nuez de betel, los cocotales del Yemen y la pesca de perlas en el golfo pérsico.
Decidió ir a la India, era una ruta complicada, Egipto, siria, Somalia, Anatolia (Hoy Turquía); cruzó el mar negro rodeó la costa norte del mar Caspio y bajo a las actuales, Kazajistán, Uzbekistán, Afganistán y Pakistán.
En la India sirvió como cadí durante ocho años al sultán de Delhi. Conocedor de su alma viajera, lo nombró embajador y lo envió al emperador mongol de la China, Toghan Temur. Muchos navíos mercantes hacían la ruta a China, Battuta no tuvo problema en contratar uno. Un naufragio le impidió cumplir su misión diplomática en la China y decidió ir a las islas Maldiva, donde se puso al servicio de un visir (Funcionario musulmán).

De vuelta a casa, malas noticias

De vuelta a Damasco Ibn Battuta se enteró que un hijo que había dejado allí hacía veinte años, había muerto hacía doce y que su padre que vicia en Tánger también había muerto hacía quince años. Era el año 1348 y la peste negra estaba arrasando todo el Oriente Medio. Corrían la oz de que en El Cairo morían veinticinco mil personas diarias.
Un año más tarde llegó a Marruecos y se encontró con que su madre también había muerto a causa de la peste negra unos meses antes.
Con toda esta vida llena de aventuras por el mundo, se puede pensar que buscaría la tranquilidad del hogar, más si se tiene en cuenta que salió de casa con veintiún años y volvió con cuarenta cinco, pues no, sus ansias de aventuras no se habían saciado y se embarcó al poco tiempo rumbo a España. Estuvo tres años, después de los cuales emprendió su último recorrido a Tombuctu, ciudad del país africano que hoy conocemos como Malí.


miércoles, 6 de agosto de 2014

Leonora Carrington la última pintora surrealista







Leonera Carrington nació el seis de abril de 1917en Lancashire, Inglaterra, en una elegante mansión victoriana de su familia, dueña de un enorme emporio químico. De carácter indomable desde niña, quiso siempre hacer lo mismo que sus hermanos hombres, todo lo contrario de lo que se esperaba de ella.
Se escapaba de sus niñeras para esconderse en los museos, seducida por la imaginación desbordada de Bosco y los rostros hechos de frutas, verduras y flores. Le atraían los libros y el arte en un tiempo en que las mujeres decentes solo podían escribir y sus escritos siempre quedaban en un cajón. Podían pintar, siempre y cuando fuesen bodegones y paisajes, desnudos eran impensables. Leonora nunca encajó en ese mundo.
La vida de Leonora es vivir muchas vidas.
Desde una infancia privilegiada en la campiña inglesa a un exilio voluntario a México, pasando por una buhardilla en París, un manicomio en Cantabria y en Nueva York capital donde surgía un movimiento artístico.
Leonora una feminista practica, no se deja seducir por todo lo que ve entre los surrealistasEse endiosamiento en la mujer es puro cuento” ruge Leonora “Las llaman musas pero terminan por limpiar el excusado y hacer las camas”.
A Juan Miró pintor celebre lo mandó a freír espárragos cuando una vez el pintor catalán le extendió un billete y le pidió que fuese por cigarrillos.

Ser madre le abrió una puerta inesperada.

En 1941 se casa con el escritor mexicano Renato Leduc. Se van a vivir a Nueva York. Este matrimonio tenía como fin la ayuda por parte de Renato para que Leonora pudiera huir de la persecución nazi, a la que fue sometida por haber sido pareja sentimental con Max Ernst. Es uno de los muchos actos de rebeldía e independencia que habrá de sumar a lo largo de su vida.
En 1943 se divorcia y se va a México, donde conoce al fotógrafo húngaro Chiki Weisz. De este matrimonio tiene a dos hijos Gabriel y Pablo. Leonora describe su maternidad “como algo estremecedor” y sigue “Fue una gran conmoción. No tenía ni idea de lo que era el instinto maternal. Fue algo que emergió desde las profundidades”.

Su huella mexicana

Una de las obras maestras es el mural “El mundo mágico de los mayas”, que pinto en 1963 para el Museo Nacional de Antropología de la ciudad de México y que actualmente se encuentra en el Museo de Antropología de Chiapas. Para poder comprender la cultura maya y de México, Carrington se sumerge en el México profundo, milenario e intensamente vivo en Chiapas. Si bien la pintora basó sus estudios en los códices mayas, también inventó sus propias imágenes.
En los años setenta escribe el “cuento mexicano” con dos personajes rurales Juan que cuidaba cerdos, y María hija de don Pedro donde se ven envueltos en un relato surrealista, desarrollado en un campo típicamente mexicano.
Escribió trece ensayos sobre México y el surrealismo.
Confesó a la periodista Lourdes Andrade en una entrevista que no le interesaba escribir: “Se ha metido tanta gente” dijo refiriéndose a las traducciones a otras lenguas de sus escritos. En la pintura está la mano del creador, sin más intervención que los materiales sin intermediarios que se entrometan y llamaba a éstos “traidores” con el lenguaje.

Su otra afición; las muñecas

Con su talento y sabiduría que hereda de siglos atrás Leonora Carrington ha incursionada en terrenos que hasta no hace mucho solo eran para hombres, como la pintura, la escultura, la obra gráfica y la escritura. Sin olvidar su pasión por la creación de muñecas, únicas y tan originales, tan distintas de cualquier otra que le viene de su misma esencia, como si cada muñeca fuera un doble.
Mujer menuda y de carácter fuerte aún hoy habla un castellano con un notable acento británico.


Fecha de la muerte: 25 de mayo de 2011, México, D.
F., México