Los antiguos habitantes de la costa sur de Perú llenaron el desierto donde vivían de gigantescas figuras en el suelo. Mil años después, estos dibujos siguen envueltos en el misterio.
En la costa sur del Perú, en la pampa o meseta de Nazca y Palpa, se encuentra uno de los más sorprendentes vestigios de la arqueología andina: las famosas líneas de Nazca. Estas inmensas figuras, cuyo tamaño puede alcanzar los 275 metros de longitud, yacen en el suelo, dando vida a uno de los paisajes más áridos del mundo. No es éste un caso único en los Andes, ya que sólo en la costa peruana existen otros cuarenta sitios con elementos parecidos, pero en ningún otro lugar hallamos una acumulación tan grande de diseños: las líneas de Nazca se extienden por una superficie de más de 500 kilómetros cuadrados.
Técnicamente debemos llamarlas geoglifos (figuras trazadas sobre el suelo), y las podemos dividir en cuatro grupos según su diseño. El primero lo forman las líneas rectas, que son las más abundantes. Con una anchura que va de los cuarenta centímetros a los dos metros y medio, su longitud puede alcanzar incluso kilómetros, pues alguna se proyecta hacia fuera del valle. El segundo grupo lo constituyen los elementos rectangulares o triangulares, considerados tradicionalmente como puntos de reunión. El tercero está compuesto por formas geométricas tales como zigzags o espirales, y el cuarto grupo reúne los diseños figurativos. Aunque estos últimos apenas superan la treintena, son los que han dado fama mundial al sitio. Entre los geoglifos figurativos destacan los más naturalistas como el colibrí, el perro o la araña, pero se incluyen también formas que no encuentran referentes en el mundo real y que probablemente reflejen el universo sagrado de los nazca.
Esta imponente araña es otro de los famosos geoglifos zoomorfos de Nazca.
Actualmente conocemos bien a los autores de esta singular manifestación artística. La cultura nazca ocupó la región entre los años 200 a.C. y 800 d.C. y tuvo como capital la ciudad de Cahuachi, un centro ceremonial con centenares de estructuras piramidales. Los nazcas enterraban a sus muertos en fardos funerarios que se depositaban en cámaras colectivas.
La sequedad del desierto momificaba los cuerpos de forma natural y permitía la existencia de un culto que implicaba visitar reiteradamente a los ancestros en sus tumbas. Aparte de los geoglifos, del arte nazca destaca la cerámica, que plasma un mundo sobrenatural habitado por personajes mitológicos que mezclan rasgos humanos y animales. Algunos de ellos, como la llamada popularmente «orca asesina» –un gran cetáceo que carga en sus manos un cuchillo y una cabeza decapitada–, se encuentran también representados en los geoglifos.
¿Qué eran las líneas de nazca?
El mono es una de los geoglifos más grandes de la pampa de Nazca, con 135 metros de diámetro, además de uno de los más conocidos. Es la representación de un simio con una larga cola en espiral y con sólo cuatro dedos en la mano derecha. Shutterstock
Para establecer el diseño, los constructores trabajaban a escala partiendo de un patrón, probablemente dibujado sobre tela y que luego se reproducía en grandes dimensiones. Existe la convicción de que las líneas están hechas para ser contempladas desde el aire, pero su organización demuestra que no fue así. Las líneas se entrecruzan y se cortan unas a otras, de manera que no parecen responder a una visión de conjunto ni a una planificación previa; todo indica que cada línea es autónoma del resto. Ello puede deberse a que fueron elaboradas en etapas distintas o por grupos diferentes, pero nada sugiere que para los nazcas fuese importante el resultado visual del conjunto desde el aire. Probablemente porque jamás imaginaron que un día sería posible obtener semejante visión.
¿Qué función tenían entonces las líneas de Nazca? A lo largo de los años se han elaborado numerosas hipótesis sobre el significado de estos geoglifos, pero existen cuatro teorías que han sido utilizadas reiteradamente.
La primera es la que entiende los geoglifos como caminos. Fue propuesta por primera vez a nivel científico por el arqueólogo peruano Toribio Mejía Xesspe, quien creyó que eran vías ceremoniales ligadas a celebraciones religiosas, tales como procesiones. Esta hipótesis ha sido retomada por diversos autores, y aún en la actualidad es una de las más compartidas. Por ejemplo, estudios recientes han permitido encontrar líneas que comunican directamente con la entrada a la ciudad de Cahuachi, que habrían sido usadas como caminos para acceder a la capital de forma ritualizada –por ejemplo, haciendo procesiones–.
Otro grupo de hipótesis parte de la idea de que las líneas se relacionan con eventos astronómicos y/o calendáricos. La mayor impulsora de esta idea fue Maria Reiche, una matemática alemana que consagró su vida al estudio de los geoglifos hasta el punto de irse a vivir junto al sitio arqueológico. Su propuesta se sintetiza en la frase de su amigo Paul Kosok, un estudioso de los antiguos sistemas hidráulicos andinos, que definió las líneas de Nazca como «el libro de astronomía más grande del mundo». A pesar de que las hipótesis planteadas por Reiche han sido refutadas por investigaciones más recientes, la función astronómica de las líneas sigue siendo motivo de estudio. A ella debemos, además, el reconocimiento y protección del sitio, así como su inclusión en la lista de Patrimonio Mundial.
El tercer enfoque interpretativo une las hipótesis que han intentado vincular los geoglifos con el recurso más preciado de los nazcas: el agua. Varios autores han sugerido que la función ritual de las líneas se relacionaba con el culto al agua y a las montañas de donde proviene. En los últimos años, esta idea ha adquirido protagonismo y cada vez son más los investigadores que establecen una relación directa entre los geoglifos y las fuentes de agua del subsuelo. El norteamericano David Johnson define el conjunto de líneas como un mapa del sistema hídrico subterráneo, y aunque hay evidencias que apuntan en esta dirección aún faltan estudios concluyentes.
Por último, algunas teorías vinculan las líneas con el mundo sobrenatural de los nazcas. Propugnan que los diseños figurativos podrían ser la plasmación de un panteón divino o la evidencia de tránsitos chamánicos inducidos por el consumo de sustancias psicotrópicas. Si bien resulta evidente que las líneas tienen relación con la cosmovisión nazquense y forman parte de sus rituales, el conocimiento del mundo religioso nazca es difícil de abordar científicamente.